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Elegir compañero de viaje: Como arruine mi viaje a USA

Elegir un buen compañero de viaje puede marcar la diferencia entre hacer un viaje para recordar el resto de tu vida y perder tu dinero y tiempo. Esto último fue lo que me pasó la segunda y última vez que crucé el charco para ir a Miami y Nueva York.

No es mi intención ofender a nadie y espero que no sea así en caso de que las personas que aparecen en esta historia lean el artículo. Al fin y al cabo cada uno tiene una forma de ser y de pensar 🙂

Si te encanta viajar y ya tienes un compañer@/s de viaje tal vez te interesa un viaje sorpresa fin de semana

La selección

casting

Lo cierto es que mis amigos más cercanos estaban sin trabajo u otros no podían por diversos motivos, no tenía pareja y mi primo con el cuál comparto muchas aficiones aún no era adicto a viajar por lo que decidí comentarlo en mi trabajo por si alguien quería apuntarse (craso error).

La idea de pasar un par de semanas disfrutando del sol de Miami y una ciudad tan cosmopolita como Nueva York pronto atrajo a algunos interesados, algunos de ellos se echaron atrás y finalmente quedaron tan solo dos candidatos a los cuales vamos a llamar Alfredo y Juan.

A Alfredo lo conocía de haber hablado en el trabajo y parecía majo, además una vez coincidimos en las discotecas y nos quedamos hasta las tantas con un grupo de chicas e incluso almorzamos en un bar, vamos parecía lo que yo considero un buen fichaje para este viaje.

Con Juan había hablado algo más y era un tipo muy gracioso, siempre de cachondeo y la verdad es que te partes con el, por lo menos aburrirnos no nos aburriríamos.

La verdad es que estaba tan  entusiasmado con volver a Estados Unidos que ni siquiera me paré a pensar si era buena idea hacer un viaje de ese calibre con “desconocidos”.

El hachazo

Todo estaba preparado y los tres mosqueteros estábamos listos para partir. Nos reunimos para pactar la hora de salida con el fin de llegar a tiempo al aeropuerto y aquí surgió la primera discusión. Mientras yo votaba por acudir al aeropuerto con 3-4 horas de antelación, Alfredo aseguraba que con ir 30 minutos antes para facturar maletas sobraba tiempo. Yo le dije que era un vuelo internacional y que debía ir con mucha antelación. “-¡Me lo vas a decir a mí que fui el año pasado a Nueva York !-dijo Alfredo”.
No iba a ponerme a discutir antes de un viaje de esa magnitud así que me resigne y decidir confiar en su supuesta experiencia.
Ya en el aeropuerto de Barajas encontramos el mostrador de facturación y nos pusimos a la cola, al llegar al mostrador una una mujer de pelo negro nos saludaba con una gran sonrisa. Le facilitamos billetes y pasaportes y nos miró con cara de desconcierto. “-Este vuelo ya ha despegado -dijo la azafata”.
En ese mismo instante el tiempo se paro para mí y me sumergí en mi subconsciente, probablemente fue durante 1 o 2 segundos pero mi sensación fue como si durase un par de minutos. “-Dirigiros al mostrador de información para ver que solución os pueden dar. -dijo la azafata despertándome de mi estado de trance”.
De camino al mostrador yo ya sabía a ciencia cierta que nos iba a tocar pagar otro vuelo. “-Nos cambiarán el billete ¿no? -dijo Alfredo”. Ni siquiera respondí quería evitar el conflicto aunque pensamientos oscuros empezaban a rondar mi mente.
Una vez llegamos al mostrador de información de Iberia les expusimos el caso y nos indicaron que había otro vuelo en 2 horas y que el importe de sanción que debíamos abonar era de 1000€ (creo recordar que no nos cobraron las tasas). “-1000 euros todos ¿no? -dijo Juan- Por persona -respondió la trabajadora”.
Juan no tenía suficiente dinero de modo que tuvimos que prestarle 500€ cada uno entre Alfredo y yo. A modo de señal divina que nos advertía sobre del universo, 1000 euros volaron de mi cuenta bancaria tan rápido que ni siquiera tuve tiempo a asimilarlo.
Juan maldecía en voz alta el momento en que decidió venir mientras yo en mi subconsciente golpeaba a Alfredo en el suelo repetidamente con el puño cerrado. Desde ese momento, mi subconsciente jugaría un papel importante en el día a día de este viaje (probablemente en un intento de la mente de auto-protegerse de la locura). “-Lo hecho hecho está, ahora solo podemos olvidarlo y disfrutar el viaje – le dije a Juan”.

36 horas de mi vida

Llegamos al apartamento que habíamos alquilado en Airbnb en pleno South Beach y un amable trabajador salió a aparcarnos el coche. Yo estaba alucinando, esto no me lo esperaba.
Nuestros anfitriones estaban justo en la entrada esperándonos, dos hermanos (chico y chica) asiáticos que nos explicaron un poco como funcionaba el apartamento y sus instalaciones. La sorpresa vino cuando en vez de marcharse del apartamento se quedaron y pasaron la noche en el sofá. Ya pensaba que nada podía sorprenderme y observé que el hermano era un adicto al gym que solo comía comida especial en forma de gominolas y polvos. Para obtener calcio en vez de leche o sus derivados el tío se comía una bolsa de ositos de gominola de calcio.
Para mí más que un handicap, el hecho de que los inquilinos se quedaran con nosotros fue divertido aunque a la mañana siguiente se marcharon y no los volvimos a ver.
La verdad que no estaba nada mal el apartamento y bajo teníamos piscina, un jacuzzi y la playa delante, parecía que esto empezaba a arreglarse.
A la mañana siguiente me desperté bien pronto con la idea de ir a explorar la ciudad de modo que fui a despertar a Juan. Juan roncaba como un cerdo y parecía imposible despertarlo, tras un rato reaccionó y me dijo que le dejara un rato más. Con Alfredo dos cuartos de lo mismo así que decidí ponerme a planificar algunas actividades para hacer y lugares que visitar. Más tarde hice otro intento de despertarlos sin exito, se levantaron a la hora de comer, comieron unas salchichas que habían en la nevera y volvieron a acostarse. A las 20:00 de la noche los volví a despertar para ver si querían ir a algún sitio pero para mi sorpresa dijeron que ya era demasiado tarde y que iban a seguir durmiendo hasta el día siguiente.
Estuve 36 horas encerrado en el apartamento, contando los 2200€ que nos costaron los vuelos por persona para 15 días (360 horas) que íbamos a estar en el viaje, esas 36 horas desaprovechadas valían 220€ por persona.
Seguro que muchos os preguntáis por que no me fui yo por mi cuenta. Solo había un juego de llaves, no quería dejármelos allí tirados (ni siquiera tenía una linea de teléfono para poder comunicarme con ellos) y aunque parezca raro durante todo el día tuve la esperanza que despertarían e iríamos a ver algo … Si pudiese volver atrás cambiaría muchas decisiones de ese viaje.

La cartera perdida

cartera perdida

Los días siguientes fueron algo más normales, visitamos Little Habana, Española Way, Oceans Drive y otros lugares hasta que… Juan perdió la cartera con 200 dólares…
Comentarios como “-Menuda m***** de viaje”, “-Quien me manda venir”, “-Me cago en ***”, “-Que asco de sitio” y otros por el estilo que junto con la cara de perro enfadado crearon una atmósfera durante todo el día que no le deseo a nadie en sus vacaciones. A la noche la encontró detrás del sofá pero vamos que a mi ya me había arruinado el día.
Curiosamente cuando le conté esta anécdota a otros compañeros me dijeron que ese comportamiento y el perder la cartera era muy propio de él.

El roce hace… ¿El odio?

esto esta que arde

Alfredo no quería ir ni a la piscina ni a la playa prefería quedarse leyendo en el apartamento y Juan era buen amigo suyo de modo que lo acompañaba, finalmente con la insistencia de su amigo Juan decidió acercarse a la playa a hacer unas fotos y allí nos enzarzamos en una discusión sobre le origen de la arena del mar. Alfredo decía que la arena del mar era la hacían los humanos mientras yo trataba de explicarle que se producía por el descaste de las rocas y corales producido por la marea. “-¡Bueno bien la razón para ti, lo que tu digas! – dijo Alfredo frustrado”.
Ese mismo día se nos llevó el coche la grúa pues lo aparcamos en zona azul pues la maquina de sacar el ticket estaba tapada (quien nos iba a decir que la maquina tapada significa que no se puede aparcar).
A Alfredo le gustaba comer y beber bien y claro, cobraba casi el doble que Juan y que yo pero solíamos dividir la cuenta entre tres por comodidad. Juan y yo nos comíamos la hamburguesa más barata de la carta y Alfredo se comía un entrecot o similar. La gota que colma el vaso llegó en uno de los restaurantes donde quería pedir una botella de vino de 60$, educadamente le dije que si la quería para el estupendo pero que a mí no me gustaba el vino.
Al día siguiente les propuse hacer snorkel en los Cayos, encontré un tour por 50$ donde nos llevaban en barco a un arrecife pero Alfredo dijo que era demasiado caro (resulta raro siendo así que no le importa pagar 60$ en una botella de vino que en España te puede costar 6€) así que continué buscando y encontré uno de 35$. “-Si esta bien de precio pero es que no me apetece -dijo Alfredo”. Mi paciencia estaba terminando y aún quedaban muchos días… ¿Por que narices me hace perder el tiempo buscando el mejor precio si ni siquiera quiere hacerlo? Al final les dije que yo me iba a ir a hacer snorkel, que si querían que vinieran y que sino les pagaba un taxi para que fuesen donde quisieran (ya que el único que podía conducir el coche era yo) y para mi sorpresa vinieron a hacer snorkel (unos días mas tarde afirmaron que el snorkel fue la mejor experiencia de Miami).
El último enfrentamiento llegó en la cola del taxi-boat en Nueva York cuando Alfredo no se aclaraba hablando inglés con la mujer de la taquilla y decidí intervenir para ayudarlo. “-¡Estoy hablando c***!¡Déjame hablar!”. En ese momento tuve que parar 5 segundos para relajarme pues me puse muy nervioso. Con voz firme les dije que iba a continuar el viaje por mi cuenta y así fue. La verdad es que fue la mejor decisión y desde ese momento comencé a disfrutar el viaje de verdad, una verdadera lástima no haber tomado esa decisión antes.

Conclusión

En diversas ocasiones he maldecido el momento que decidí hacer ese viaje, me gaste más de 3000€ y malgasté mis vacaciones de ese año. Como punto positivo aprendí una cosa, la importancia de elegir compañero de viaje.
Espero no haberos aburrido demasiado con la historia y lo más importante, que no os cueste lo mismo que me costó a mi aprender la lección.